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Stand by: en lista de espera

  • Miguel Ángel Osorio Hernández
  • 20 jul 2017
  • 6 Min. de lectura

Visité por primera vez Madrid el 21 de junio de 2009, ese año estaba estudiando la

licenciatura en literatura dramática y teatro en la UNAM. Meses antes del viaje había

reflexionado mucho sobre si continuar o no en la carrera y en el medio de todo eso vino a

mi mente la idea de viajar a Madrid.

De pequeño recuerdo que mi madre una vez cada tanto viajaba por motivos de trabajo a

Estados Unidos, recuerdo haberla visto llegar con las maletas llenas de cosas que en ese

entonces no se conseguían en México. A mi madre siempre le ha gustaba mucho mecano,

y entre sus favoritas por supuesto que estaba la canción de “Marcha en Nueva York”. No

hay marcha en Nueva York, no hay marcha, ¿Es decir que no marchaban? Y estoy loco por

irme a Madrid… y aunque en mi interior algo me decía Nueva York decidí que viajaría

Madrid. Ahora bien, ya lo había decidido, el punto era cómo.

Para ese momento mi padre aún me daba dinero para ir a la escuela, algo así como $50

pesos al día, entiéndase unos hoy 2.5 usd, lo suficiente como para comer, pagar el metro y

sacar algunas copias. Miré el costo de un boleto de avión hasta Madrid 850 USD, ¿de

dónde iba a sacar ese dinero? Rendirse no era opción, pero para mi vida universitaria para

febrero de 2009 en ese momento conseguir esa cantidad de dinero era prácticamente

imposible.

Después de platicar con mi padre en varias ocasiones me dijo que conocía a una azafata

que trabajaba en Aeroméxico y que le preguntaría se había una forma de viajar más

barato. Fue cuando los conocí, los vuelos sujetos a espacio.

La es como sigue, uno compra el vuelo por una cantidad absurda, me costó algo así cómo

150 USD, el billete era redondo y válido para viajar durante un año en clase turista a

través de Aeroméxico. La única condición es que era un boleto sujeto a espacio, es decir,

sólo puedes volar si queda un espacio libre en el avión.

Trabajé alrededor de tres meses vendiendo muchas cosas, desde dulces hasta maquillaje

(mi madre es directora ejecutiva de Mary Kay Cometics) así que iba por las oficinas de mi

universidad vendiendo cosas.

Junté lo suficiente para pagar el boleto y comprar 190 euros, y con 190 euros y algunas

monedas que había conseguido en una casa de cambio me fui para al aeropuerto para

llegar a hacer la fila. El vuelo de Aeromexico a Madrid sale todos los días a las 6:40pm. Ese

día llegué sobre las 3pm, me presenté en el mostrador y me apunté, un hombre me anotó

en una lista y me dijo que prácticamente era imposible que saliera ese día ya que el vuelo

estaba sobrevendido. A no ser que conociera a algún piloto que me pudiera ayudar a subir

al avión para viajar en clase ejecutiva, no había forma de que yo volara esa tarde. Y es que

los boletos sujetos a espacio tienen distintas clasificaciones. Por mi parte conozco dos

tipos, aquellos emitidos para pilotos y azafatas con los cuales pueden viajar durante el

periodo de un año siempre que haya cupo en el avión, y hay otros que son sujetos a

embargo, que hasta donde se son boletos que se emiten para empleados de mostrador de

la aerolínea y los cuales tienen restricciones en fechas para poder volar.

Después de esperar en el aeropuerto por unas horas más el empleado me dijo que no

había cupo en el vuelo y que volviera al otro día. Regresé a casa para dejar la maleta, comí

algo y me volví al aeropuerto, pasé la noche ahí en compañía de mi hermano. Yo era el

primero de la fila.

Sobre las 10pm comenzaron a llegar más personas hasta que se hizo una fila de

aproximadamente 40 gentes. Platicando con algunos de ellos supe que había viajeros que

llevaban formados en la fila más de 9 días, algunos de ellos estaban molestos porque yo al

parecer había llegado ese día por la noche y ahora era el primero. Y es que la cosa se

complica porque resulta que para que se respete tu lugar tienes que estar

presencialmente en el aeropuerto, ya seas tú o alguien que aparte tu lugar, pero siempre

debe haber alguien formado.

El 20 de junio sobre 5:30pm el empleado del mostrador me dio un boleto con las letras

STNDBY y me mandó a la sala de espera. A las 6:00pm abordé el vuelo AM002 que me

trajo por primera vez a Madrid.

Del viaje no contaré much, salvo que la ciudad, sus colores, sus aromas, sus acentos y su

gente me enamoraron a tal grado que todos los años entre junio y diciembre vuelvo a

Madrid, este verano han ocho ocasiones, de las cuales sólo la primera vez utilicé ese tipo

de boleto para llegar hasta acá.

Después de casi dos semanas de viaje y previo a hacer una escala en el super en donde

compré una bolsa de camperos, dos tarros de pate, una botella de agua y dos naranjas,

me fui para el aeropuerto. Llegué a eso de las 7pm, caminé hasta el mostrador

Aeromexico en bajaras y ahí encontré a cuatro personas a les pregunté si estaban

formados y me dijeron que si.

¿Cuánto tiempo llevan formados?

Cuatro días.

Esto quiere decir que llevaban cuatro días viviendo en el aeropuerto esperando tomar un

vuelo de regreso a México.

Uno de los chicos, el segundo en la lista estaba ojeroso y sumamente desgastado, le

preocupaba que en su empleo lo esperaban hacía menos cuatro días. Había tomado

semana y media de vacaciones y estaba advertido de volver al siguiente día a México o de

lo contrario perdería el empleo. Platiqué después con una señora de unos 40 años de

edad quien estaba de viaje con su hijo, el niño tenía 12 años y le había llevado a Europa de

regalo de cumpleaños. Tanto la señora como el niño habían improvisado una cama sobre

las bandas en donde se coloca el equipaje. Otra chica que llevaba de viaje por Europa por

un buen periodo y ahora hablaba como española (supongo que era su forma de atenuar

su ansiedad) estaba muy estresada porque en dos días se cumplirían seis meses de

permanecer en el espacio Schengen y debía abandonarlo forzosamente. Yo en realidad no

llevaba prisa, pero solo de vivir ese ambiente de incertidumbre era motivo suficiente para

no querer permanecer más tiempo ahí. Durante el transcurso de la noche y a la mañana

siguiente continuaron llegando las personas, para las 12pm del otro día habíamos

alrededor de 70 individuos esperando un lugar en el único vuelo de regreso que partía de

Madrid a las 2:30pm.

Por si fuera poco el regreso de Madrid a México es aún más dramático. Mientras en

México uno llega, se forma y con una hora de anticipación el empleado de mostrador

indica si viajaras o no, en el caso de Madrid es necesario estar formado en el mostrador

previo a tomar el vuelo, los empleados de mostrador llaman a cinco o siete personas de la

lista de espera, debes realizar chek in, ingresar tus maletas, dirigirte al filtro de seguridad

para salir del espacio Schengen, pedir que te sellen el pasaporte, llegar hasta la sala de

espera y estando ahí ver cómo todos los pasajeros que tienen su lugar asegurado abordan

el avión. Ya al final, así como queriendo y no la cosa los empleados anuncian por un

pequeño megáfono cuantas personas viajarán ese día, mismos que abordan hasta ese

momento el avión.

Para mi fortuna yo y otras ocho personas volamos ese día hasta México. Tres semanas

después supe por las noticias que ese verano hubo cerca de 200 personas viviendo en el

aeropuerto a lo largo de todo el mes. Mucha gente se queda a vivir ahí porque no tiene

dinero para ir a un hostel, e incluso ni siquiera para comer. Me han llegado a preguntar si

lo volvería hacer, y mi respuesta en definitiva es no por voluntad propia, quizá sí por

necesidad… porque cuando uno tiene un sueño y lo que más desea en el alma es lograrlo,

no existe advertencia ni amenaza que te detenga…

Google define la palabra Stand by de la siguiente manera: Estado de un aparato

electrónico que se encuentra conectado pero en reposo a la espera de recibir órdenes…

En este caso, en espera de recibir la orden de abordar el avión y volver a casa.

A continuación mi definición de Stand by: Sensación de vacío diría yo, de nausea

contenida, de perros y gatos desmadrándote el estomago, de incertidumbre, de estrés

incontenible, de miedo, de terror, de pánico, de medio rostro paralizado, de ojo brincón,

de tick nervioso, de boca seca, de sólo me quedan 20 euros en la billetera y no sé cuando

voy a volver, de saberse flotando en al aire a merced de la suerte sin saber qué va a pasar

mañana. Sensación de desgaste, de cansancio, de dolor de huesos que durmieron sobre el

piso frio, de plegaria que repite una mil veces –Le recordamos que por la megafonía de

este aeropuerto no anunciamos vuelos- de abandono, de saberse rechazado, de saber que

le estás fastidiándo el trabajo y la vida a los empleados de Aeroméxico de España que año

con año tienen que soportar la misma historia… Y yo para mis adentros, lo único que me

daba una aparente calma al estar en esa lista de espera era repetir amanera de plegaria la

siguiente canción de Antonio Aguilar...

¡Qué lejos estoy del suelo donde he nacido!

Inmensa nostalgia invade mi pensamiento

Al verme tan solo y triste cual hoja al viento

Quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento


 
 
 

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